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A tan solo 35 min de París y 20 min del aeropuerto de París-Charles de Gaulle, el Dominio de Chantilly es un auténtico santuario de verdor. El parterre diseñado por Le Nôtre en el siglo XVII, viva imagen del arte de la jardinería occidental, es una combinación de espejos de agua, fuentes y elegantes estatuas. El jardín anglochino del siglo XVIII y el jardín inglés del siglo XIX ofrecen un ambiente diferente impregnado de romanticismo. En el Templo de Venus y la Isla del Amor es frecuente poder divisar cisnes y aves. En los alrededores de este parque de 115 hectáreas se encuentra el bosque de Chantilly, un lugar ideal para dar un paseo en familia, practicar la caza de montería o la doma de caballos.
Al salir del bosque, nos quedaremos sorprendidos y deslumbrados al ver "surgir" esta joya del renacimiento, el castillo de Chantilly. El castillo, propiedad de Luis II de Borbón (1621-1686), llamado El Grand Condé, cuenta con la presencia de grandes literatos de la época, como La Fontaine, La Bruyère o Bossuet. El Grand Condé, también gran amante de las artes, transformó este lugar en una prestigiosa residencia que alberga todas sus obras de arte. Asimismo, también fue lugar de celebración de grandes fiestas donde Vatel servía sus deliciosos manjares a las personalidades más destacadas de la época. ¡Un lugar de excepción para descubrir sin más dilación!
Entre la galería de pinturas, la colección de grabados, los apartamentos principescos y la biblioteca, el museo Condé, ubicado en el castillo, es una joya del patrimonio francés. El duque de Aumale, heredero de los Condé y gran coleccionista, no cesó de enriquecer su museo con lienzos de Poussin, Watteau, Rafael o Botticelli, por lo que actualmente es la segunda mayor colección de pinturas después del Louvre. Los apartamentos principescos son también de una belleza extraordinaria. Albergan mobiliario y preciosos objetos de arte como el famoso diamante rosa de 9,01 quilates. Por último, la inmensa biblioteca creada a lo largo de los años por el duque de Aumale expone una colección extraordinaria que muestra hasta qué punto llegaba su bibliofilia.
En el dominio, el caballo es toda una religión. Prueba de ello son los Grandes Establos que datan del siglo XVIII. La pasión del caballo protagoniza una auténtica evidencia, desde el museo del Caballo a los espectáculos ecuestres entorno a la doma de la escuela especializada. El museo del Caballo, lúdico y pedagógico al mismo tiempo, ofrece tanto a los amantes de los equinos como a los neófitos la oportunidad de descubrir el mundo ecuestre desde todas sus perspectivas. Una actividad indispensable para pequeños y grandes que se debe complementar con una carrera en el hipódromo situado justo al lado de los Establos, en cuyas pistas se celebra el Prix de Diane, el Global Jumping, así como la mayor carrera de caballos del mundo, el Qatar Prix de l’Arc de Triomphe.
